miércoles, 23 de junio de 2010

Fe, misterio y mitologización


La discusión del último post ha dado para pensar bastante. Yo me quedé dando vueltas con el tema del modo en el que los bienaventurados contemplarán a los damnati, y de las respuestas tomistas o pseudo-tomistas a la cuestión. Algún comentador dijo con agudeza que, en definitiva, es un tema de fe, porque se trata de un misterio. Y creo que allí está la clave.

Por cierto que fides quaerens intellectum y que la fe se debe fundar racionalmente en un conjunto de probabilidades. Pero, ¿hasta dónde debemos llegar en el empeño de escudriñar racionalmente el misterio de la fe? Me parece que a veces se nos ha ido la mano o, mejor dicho, se les ha ido la mano a los teólogos. No es que me refiera solamente al clásico ejemplo de discutir la cantidad de ángeles que caben en una cabeza de alfiler, sino a otras indagaciones que explotan en cuestiones, cuestiúnculas, artículos, sed contras y respondeos. Y no me refiero con esto a Santo Tomás, que muy claro tenía la cuestión, sino más bien a la escolástica posterior.

Se me ocurre una breve reflexión siguiendo a Newman. No se trata de disolver el misterio con los “poderosos” medios de la razón humana. Se trata, más bien, de mitologizar el misterio que siempre debe estar envuelto en las nubes y las oscuridades del Altísimo. En efecto, no nos corresponde entrar en el santuario donde reside Dios, cuando los mismos serafines se cubren el rostro en su presencia.

Como decía la Patrística, el misterio es una verdad sacramental, es decir, una gracia preciosa e invisible que habita en una forma exterior y es un depósito a conservar con cuidado por amor a las realidades celestiales que contiene.

Yo me animaría a hablar del profundo gozo que el misterio provoca en el corazón humano. En el proceso de maduración de la fe, cuando se hace necesario arrojarse en esas profundidades que parecen oscuras y sin sustento racional, acontece el vértigo en el momento de la decisión, pero luego, es esa misma oscuridad resplandeciente, o luz crepuscular, la que provoca el enorme gozo y la absoluta confianza de estar en manos del Logos Eterno. Como dijo el joven Juan a su hermano Andrés: “He encontrado al Señor”. Nosotros hemos encontrado al Mesías. Y con eso nos basta.

12 comentarios:

  1. Lo que está mal puesto es la pregunta. No puedo preguntarme si estaré triste viendo a Dios y conociendo que se condenaron (o no viendo junto a mí) a algún ser querido.

    Creo que más bien la cuestión sería la unión con Dios y con toda su obra, conociendo que es justa y, por lo tanto misericordiosa. O sea, no una mera justicia humana e imperfecta.
    No cabe tristeza en ver la obra de Dios.
    El misterio está allí, porque me cuesta AHORA imaginar eso.
    Menos aún debería querer aplicarlo de ese modo AHORA, mientras somos viadores.

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  2. Excelente post Wanderer!

    Creo que la cuestión no se resuelve repartiendo culpas a S. Tomás, sino haciendo una madura crítica a la escola´stica posterior (sobre toda la española, a mi juicio).

    Yo animo, con temor y temblor, a agregar una cosita más, y no sé hasta que punto se da una mezcla entre lo leído y lo vivido.

    Yo coincido con la imagen que usted propone de la fe como "luz crepuscular". La teología occidental y cierta escolástica se ha "casado" con la "luminosidad de la fe"; la fe que ilumina al intellectus (no animo a desglosar toda la familia de palabras e implicancias semánticas que relacionan intelecto, idea, teotría, theoros, que se relacioanan directamente con la visiónm tanto en latín como en griego porque sería muy largo y creo que lo haría muy mal) y poco se dice y se comparte sobre el aspecto 'oscuro de la fe'.

    Todos quienes honestamente y maduramente han tenido una experiencia de fe saben que no todo es todo luminosidad, sino que muchas veces (la mayoría de las veces) la fe es un camino oscuro y es aquí donde el mysterion es realmente evangelio porque ya no constituye ni un desafío, ni una amenaza para la razón humana, sino que la "incomprensibilidad" o la comprensión dramática de la fe, se transforma paradójicamente en buena noticia.

    Creo que sobre esto tenemos mucho que aprender de Lutero cuando oponía a los "teologos lucis" con los "teólogos crucis".

    Dos experiencias místicas (entre otras) pueden ayudar a entender esto:

    1) después de la muerte de Teresa de Calcuta se revelaron algunos pormenores de su vida espiritual: es conocida la anécdota aquella que relata cuando tuvo esa visión de Cristo en el tren y que la hace cambiar todo lo que venía haciendo hasta entonces. Lo curioso es que desde ese momento Teresa relata que no volviió a sentir nunca más esa presencia gozosa de Cristo y todo fue un valle oscuro.

    2) Al reclamo de Jesús agonizante en la cruz: "¿Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado?", no hay niguna respuesta (al menos inmediata), sino sólo silencio por parte del Padre.

    Creo que esto debe hacer reflexionar a cierto modo de hacer teología que está demasiado preocupoada por dar respuestas, cuando muchas veces hay que hacer silencio.

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  3. Ludovicus dijo

    ¿Y si en vez de ver el misterio como un texto a desentrañar, lo contempláramos como un ícono que se venera, sabiendo que es sólo - pero nada menos - que una ventana al Absoluto?

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  4. No confundamos: la teología es una sola, y su unidad le viene del objeto formal (del quod, pero sobre todo del quo)

    El padre Marín Sola, en su "Evolución homogénea del dogma católico", señala la nota característica de la evolución dogmática: la virtualidad de una proposición incluida en su principio revelado. Contra el modernismo, que sitúa la verdad teológica en un sin fin heterogéneo de conciencia individual y afectos humanos, Sola muestra cómo la razón teológica, en la historia de los dogmas, ha guardado el “vetera et nova” de la parábola. La “educción” de la verdad contenida virtualmente es operada por la razón teológica, “hecha de la agregación de la luz de nuestra razón a la de la fe. Se habrá de decir, pues, formalmente, ratio fide ilustrata, la razón sobrealzada, esclarecida por la fe. Pero también se podría decir fides discursum rationis assumens: fórmula menos rigurosa, pero que puede reivindicar buenas referencias; tiene el interés de dejar bien señalado que la teología no consiste en una aplicación de la filosofía al contenido revelado, sino que es una promoción de la fe en el creyente que es al mismo tiempo filósofo. El alma de su proyecto es la fe que se vertebra y se configura de razón. La luz de la teología no es ni puramente divina, como la de la fe, ni puramente humana, como la de la filosofía, sino divino-humana, pues la teología es esa empresa del hombre que conjuga un conocimiento recibido de arriba y un conocimiento venido de abajo” (Congar, La fe y la teología) Por lo que, en el quehacer teológico, la razón juega un papel importantísimo. Dejada a su sola fuerza, vuélvese loca, y desvaría en sus juicios.

    Otra cosa, creo yo, es la teología mística, parte instrumental del único sujeto teológico, que es Dios. Y aquí sí cabe lo de “experiencia de fe” personal. Pero en los intrincados lugares por donde se da la batalla dogmática, es la meticulosa y justa palabra del teólogo, ducho en conceptos y distinciones, el que aporta su ciencia “a secas”, a veces sin mucha cabida mística.

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  5. Sigo, y perdonen lo larguero.

    Me parece que el cardenal Newman descubre y deja de manifiesto la contracara de la ruda teología, aportando su personalísimo “sentido ilativo”. No me animo a decir nada: ojala Toller pueda meter cuchara, ya que está traduciendo el Grammar.

    De los “tomásicos”, casi nunca he notado singular importancia por aquello que de refilón suelta Tomás al final de I, q. 1 a. 6: Sacra autem doctrina propriissime determinat de Deo secundum quod est altissima causa, quia non solum quantum ad illud quod est per creaturas cognoscibile (quod philosophi cognoverunt, ut dicitur Rom. I, quod notum est Dei, manifestum est illis); sed etiam quantum “ad id quod notum est sibi soli de seipso”, et aliis per revelationem communicatum. Unde sacra doctrina maxime dicitur sapientia.

    En palabras de un pobre pelagatos: la sagrada teología trata de la intimidad divina. ¿Qué más “luminosidad”, que mayor “tiniebla” podemos pedir?

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  6. Dice el Danés:
    «Credere è propriamente andare per quella via dove tutti gli indicatori stradali mostrano: indietro, indietro, indietro! Dunque, la via è stretta (Mt. 7,14) (e questo appartiene già alla fede). La via è buia; anzi, non è soltanto buia di un buio pesto, ma è come se la luce dei lampioni non facesse che confondere e aumentare l'oscurità... proprio perché gli indicatori stradali significano la direzione inversa».
    "Creer es andar por aquella vía donde todos los carteles nos dicen ¡Atrás, atrás, atrás! Por ende la vía es estrecha (Mt, 7 14) (y esto ya concierne a la fe)La vía es oscura, pero no es una oscuridad cerrada, sino que más bien está oscuridad se debe a que las mismas luces confunden y aumentan la oscuridad, propiamente porque los carteles dicen de ir en la dirección contraria"
    Creo que expresa la idea del Post.
    Por el lado de los salvados hablando de mitos siempre me gusto la imagen que da Jack en El gran Divorcio:
    "El enano parpadeó. Se podía notar que una idea silenciosa estaba tratando de penetrar en esa pequeña cabeza. Se podía notar, incluso, que sentía cierta dulzura en ello. Por un instante pareció soltar la cadena; pero, como si se tratara de su tabla de salvación, volvió a aferrarse a ella.

    —Mira —dijo el trágico—. Tenemos que encarar esto. Utilizaba entonces el tono masculino del convencimiento; el que se utiliza para que las mujeres recuperen la sensatez.

    —Querido —le replicó la señora al enano—, no hay nada que encarar. Tú no quieres que yo haya sufrido por el gusto de sufrir. Sólo crees que debería haberlo hecho por amor a ti. Pero si sólo esperas un poco verás que eso no es así.

    —¡Amor! —exclamó el trágico, golpeándose la frente con la palma; y continuó en tono más grave—: ¿Pero conoces el significado de esa palabra?

    —¿Cómo podría no conocerlo? Estoy enamorada. Enamorada, ¿comprendes? Sí, ahora amo de verdad.

    —Es decir —dijo el trágico—, es decir que no me amabas verdaderamente en los viejos tiempos.

    —Sólo de una manera muy pobre —contestó ella—. Te he pedido que me perdones. Había algo de amor verdadero en todo eso. Pero lo que allá abajo llamábamos amor era sobre todo el deseo afanoso de ser amados. Te amaba entonces especialmente por el amor mismo; porque te necesitaba.

    —¡Y ahora ya no me necesitas! —dijo el trágico con un gesto aprendido de desesperación.

    —¡Pero por supuesto que no! —exclamó la señora. Su sonrisa me hizo preguntarme cómo era posible que los dos fantasmas se las arreglaran para no llorar de alegría.(...)
    En ese momento recogió la cadena, que por unos instantes colgaba inútil a su lado, y de algún modo se las arregló con ella. No estoy muy seguro, pero me parece que se la tragó. Entonces, por primera vez, fue claro que la señora lo vio y se dirigió exclusivamente a él.

    —¿Dónde está Frank? —dijo—. ¿Y quién es usted, señor? Nunca lo conocí. Quizás sea mejor que se marche. O que se quede, si así lo prefiere. Si le sirviera de ayuda y si fuera posible bajaría con usted al infierno; pero usted no puede traerme el infierno a mí.

    —Tú no me amas —agregó el trágico, con una voz de murciélago.

    Ahora era muy difícil verlo.

    —No puedo amar una mentira —dijo la señora—. No puedo amar a la cosa que no es. Estoy en el amor y no saldré de él. No hubo respuesta. El trágico se había desvanecido en el aire. La señora estaba sola en ese lugar boscoso y un pájaro marrón pasó caminando a su lado, doblando con sus pies ligeros las hierbas que yo no podía doblar.

    La señora se irguió y empezó a retirarse. Los otros espíritus brillantes se adelantaron a recibirla, cantando mientras avanzaban:

    La Feliz Trinidad es su hogar; nada puede turbar su alegría."
    ¿Cómo puede haber tristeza si se está con el Amado?
    Saludos
    Mary

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  7. Ludovicus yo creo que esa es la idea del misterio: contemplar.
    Pero creo que en occidente no hemos sido muy duchos en el tema de lo afectivo y tampoco hemos sido muy "iconofílicos".
    Cre que tenemos una gran deuda en este ámbito y los desafíos actuales de la fe nos están pasando factura de estos baches en la vida cristiana porque por lo general no se pasa de una mera intelectualidad o la oración y la vivencia cristiana es solamente mental.

    Frente a lo que dice Teseo, yo comparto o mejor dicho anhelo que la teología sea una, pero en la realidad no lo es por más que nos dirijamos al mismo objeto formal.
    Nadie niega el papel de la razón en la teología, pero insisto en que se ha abusado del tema y hoy estamos sufirendo las consecuencias.

    En este aspecto me parece válida la gran empresa (aunque díficil de seguir por la complejidad) de Balthasar de proponer una teología desde el trascendental de la belleza. Es conocida su observación que dice que la teología occidental solamente ha desarrollado solamente el verum de los trascendentales del ser y por eso hace notar que dicho camino no es incorrecto pero sí insuficiente, porque Dios no sólo es Verdad, sino que además es bello y de esa manera intenta acercar lo intelectual con lo afectivo, ya que la experiencia de lo bello (la estética) tiene es singularidad.

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  8. Buena entrada, estimado Wanderer. Sigo sin tenerlo muy claro (y quizá está bien que así sea). O, tal vez, es como dice Ramón en su comentario y lo que está mal es la pregunta.

    En cuanto a lo de misterio y teología, me hizo acordar una anécdota que seguro saben y que se le ha atribuido a muchos. Dicen que en Roma se encuentran un teólogo de una Universidad pontificia y un sacerdote ortodoxo. Este pregunta al primero: "-¿Por qué Ustedes, los latinos, necesitan explicarlo todo?" Y el teólogo le responde: "-¿Y por qué Ustedes, los orientales, cada vez que encuentran algo que no entiende, lo incensan y llaman misterio?"

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  9. Me gustó lo del icono, Ludovicus, la realidad es también icónica, la actitud de comportarse frente a la realidad o a la fe -que a la postre es una realidad de orden superior- como si fuera un texto es antropomorfizante y desplaza subrepticiamente el acento y la tensión de la fe misma (o de la realidad en el caso de la filosofía)hacia el producto, el sistema...
    En todo caso, cuanto respecta a la perspectiva humana del post, habría que hacer un examen de conciencia respecto de nuestras "necesidades" respecto de la fe. ¿Será que buscamos y/o necesitamos respuestas de fe?¿O, será, más bien, que necesitamos y/o buscamos seguridades satisfagan nuestra hambrienta voluntad de sistema y que "cierren" la inquietud que provoca el ponerse icónico de la fe?
    No se que opinan, pero se me hace que toda pregunta bizantina respecto de la fe responde, más bien, a la segunda instancia...

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  10. Yo me pregunto si no se les ha ido la mano a los teólogos o novelistas que se dedicaron a la esjatología. No lo afirmo, es simplemente una duda que me asalta, y que en nada resta mérito a los que trataron de advertirnos que hemos de vivir esta vida en tensión esjatológica, personal y colectiva.

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  11. Lucho: sobre lo referido al silencio en tu primer post y a la oración en el segundo, algo ilustra esto:

    http://argentinidad.org.ar/atencion

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  12. De Newman, El asentimiento religioso,Barcelona, Herder, 1960.

    “Un dogma es una proposición que puede representar o una noción o una cosa; creer un dogma es dar el asentimiento de la mente a esta proposición como representante de una o de otra. Dar un asentimiento real a esta proposición es un acto de religión; darle un asentimiento nocional es un acto teológico. Tal proposición es comprendida, absorbida y asimilada por la imaginación religiosa, y es mantenida como verdadera por el entendimiento teológico”. p. 112

    “Además, las proposiciones son útiles también en su aspecto dogmático, para determinar y precisar las verdades en las que la imaginación religiosa debe descansar. El conocimiento debe siempre preceder al ejercicio de los afectos. Sentimos gratitud y amor, sentimos indignación y odio sólo cuando tenemos la información necesaria para encender en nosotros estos diversos afectos. Amamos a nuestros padres como a nuestros padres sólo cuando sabemos que son nuestros padres. Hemos de conocer a Dios antes de que podamos amarle, temerle, esperar o tener confianza en Él. La devoción debe tener su objeto; este objeto, siendo de índole sobrenatural, si no está representado a nuestros sentidos por un símbolo material, ha de ser representado a la mente en forma de proposiciones. La fórmula que para el teólogo encierra una noción, fácilmente sugiere un objeto de devoción para el simple fiel. Parece una perogrullada decir lo que en realidad resume todo lo que voy diciendo, a saber, que en la religión la imaginación y los afectos han de estar siempre bajo el control de la razón. La teología podría quedar como una ciencia sustantiva sin la vida de la religión; pero la religión no podría mantenerse sin la teología. El sentimiento, tanto si es imaginativo como emocional, no puede tenerse en pie sin apoyarse en el entendimiento, al menos cuando no podemos llamar a los sentidos en nuestra ayuda. De esta forma toda religión se apoya en el dogma”. p. 129

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